En esta entrada vullc insertar un escrit que em publicaren fa uns quants anys (en setembre de 2000) en el Magazine dominical del Levante, com a reflexió sobre un artícul anterior del mateix Magazine, en el que es destacava l'admiració que l'Horta de Valéncia havia provocat al llarc dels segles en molts visitants estrangers de Valéncia:
La Huerta de Valencia.
Me gustaría felicitar a José Enrique Ruiz-Domènec por su "Viaje a nuestro pasado", y especialmente por su capítulo 7, publicado en el Magazine del 20 de agosto y dedicado, entre otras, a mi ciudad, Valencia.
Al hilo del mencionado articulo, quisiera aprovechar la ocasión para llamarles la atención sobre el estado actual de la Huerta de Valencia. Un paisaje retratado en todas las épocas y por los mas diversos autores ("el paraíso terrenal" de Münzer, como se refleja en el citado artículo), que constituye poco menos que la más alta -y a veces tópica- expresión del ser valenciano (histórico, paisajístico, cultural, lingüístico, arquitectónico y todo lo que quieran) y que desde hace tiempo viene suscitando polémicas sobre su imparable degradación y desaparición a costa del crecimiento urbano y de las infraestructuras de transporte.
No estaría mal que en un futuro dedicaran uno de sus interesantes artículos a este tema, en el que confluyen desde el romanticismo por un modo de vida en trance de desaparición a la especulación más salvaje de quienes ven la Huerta como un solar para edificar más y más bloques de viviendas, sin olvidar a los propios agricultores, que sólo saben que su duro trabajo cada vez les sale menos a cuenta (corre entre ellos un elocuente dicho: "Donen més diners els atovons que els melons" -"dan más dinero los ladrillos que los melones"-).
De los actuales valencianos depende el futuro de la Huerta; de momento, hemos conseguido que lo de "la tierra de las flores, de la luz y del amor", lo de la "blanca barraca" (que al final habrá que buscar en un museo) y lo del "Turia de plata" (seco la mayor parte del año) del famoso pasodoble de Padilla empiece a ser un lamentable anacronismo.
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